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El Encanto de Sanare

Hace más de 15 años aun no estaban  tan arraigado el concepto de posadas en Venezuela como ahora. En aquel entonces un visionario emprendió un negocio familiar en unas tierras heredadas en la población de Sanare, en el Estado Lara. Se proponía  hacer subir a los turistas a unas pequeñas cabañas que había construido a unos 1.400 metros de altitud, convenciéndolos de que el clima de montaña y la belleza de su proyecto eran  razones suficientes para pasar un fin de semana agradable. Ya contaba con un restaurante que había fundado hacía tiempo atrás. En él ofrecía chivo guiado, ovejo y otras delicias del mundo culinario larense. Allí  podía alimentar a sus huéspedes, y crear un circuito entre la zona donde se encontraba el comedor y el lugar de alojamiento. Así conocí a Manuel Saavedra, cuando apenas acababa de construir tres de las  seis cabañas que había contemplado para su proyecto. Desde ese momento se notaba que él iba por más.

Las tres cabañas iniciales se convirtieron en catorce, categorizadas en familiares, para parejas y suites. Todas decoradas con un gusto impecable, algunas con un hático muy lindo y llamativo para los niños, otras con antesala y todas con un detalle que las distingue, bien sea flores, jarrones, cuadros. Una vez le dije Manuel que me gustaría que decorara mi casa  por su buen gusto y me contestó: «no hay que gastar grandes sumas de dinero, hay que saber dónde colocar todo». Así lo haré.

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Así están dispuestas las cosas en El Encanto. Hay de todo como en botica pero todo en su santo lugar, un espacio para disfrutar de  la lectura y el calor de una chimenea, grandes ventanas o balcones para empaparse de las montañas, un comedor grande donde se puede sentar el grupo de huéspedes a desayunar, una terraza para tomar café, té o chocolate, con la vista del valle y la escultura de un unicornio que símbolo del lugar.  Ahora también cuenta con un servicio de spa: jacuzzi, masajes, para que la relajación sea total.

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Ese consentimiento total se siente también en las comidas que se sirven  aquí y que resultan siempre un festín: diferentes tipos de panes horneados en casa, quesos, huevos revueltos, caraotas, carnes, jamón, chorizos y hasta dulces. Después  que el estómago queda satisfecho uno puede   dedicarse a hacer la actividad que desee, que bien pudiera ser recorrer el pueblo, su iglesia, sus carreteras, visitar los otros negocios del anfitrión: una pizzería, una chocolatería o un restaurante; o simplemente descansar sentado en una silla a ver pasar el día y esperar hasta la noche, cuando nuevamente comienza el espectáculo gastronómico, con cenas a la luz  velas, un menú de varios tiempos y hasta vino para acompañar la velada.

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La atención es el secreto mejor guardado de esta posada. La sonrisa  de quienes trabajan aquí es un arma que lanza flores. Manuel involucró a casi toda su familia en el proyecto; hermanas, primas, sobrinas, cuñados ayudan a mantener el lugar, a atender al visitante y velar porque este se vaya con ganas de volver.

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Toma Nota: Si quieres visitar esta posada puedes hacer la reservación a través de su página web o llamar a Angela al +58-414-3536585

Todas las fotografías de este post son hechas por Raymar Velásquez a quien pueden encontrar en Instagram como @raymarvelasquez

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